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Actualidad

El estrés es un sentimiento de tensión física o emocional, que puede causarnos graves problemas de salud si no se atiende de manera oportuna. Este puede ser de orden biológico (calor, frío, enfermedad, agotamiento, etcétera) o de orden psicosocial (asuntos personales, familiares o económicos).

Cabe resaltar, que el carácter estresante de una situación no está dado solo por la situación en sí misma: lo que para una persona es causa de estrés para otra no lo es. Es decir, que este depende en buena medida de la interpretación o el significado que cada ser le otorgue, de sus características individuales y de los recursos con los que cuente para hacerle frente.

En este caso, el sujeto estima qué tan beneficiosa o dañina puede llegar a ser la situación y si está preparado para resolverla, de tal manera que la sensación de vulnerabilidad o el sentimiento de amenaza proviene de la falta de estrategias o de recursos para encarar un hecho que se considera vital, lo que hace que la situación pueda volverse estresante.

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Tipos de estrés y factores de vulnerabilidad

Ante la presencia de un fenómeno estresor, el individuo genera respuestas fisiológicas que lo preparan para mejorar su rendimiento, pero que son efectivas solo si la calidad, intensidad y duración de este fenómeno no resultan excesivas ni sobrepasan su capacidad de reacción.

Con base en lo dicho, se definen dos tipos de estrés: el eustrés y el distrés.

El eustrés

Es un tipo de estrés positivo, dado que el individuo logra adaptarse a la situación tensionante y pone en marcha un plan de acción para afrontar desafíos que lo lleva a obtener resultados satisfactorios.

En el eustrés no se produce desequilibrio psíquico ni orgánico y la persona es capaz de enfrentarse a las situaciones y gozar de los resultados positivos a los que puede llegar.

El distrés

Es un estrés que ocasiona un exceso de esfuerzo en relación con la carga. Al ser una respuesta menos adaptativa que la anterior, el individuo experimenta sensaciones desagradables debido a la falta de estrategias para afrontar las demandas y, en consecuencia, el bienestar físico y psicológico del individuo se ve afectado por la situación estresante.

Así, los pequeños episodios de estrés (como evitar un peligro o ponerse al día en una tarea por cumplir) pueden traer resultados beneficiosos cuando corresponden a un estado de alarma que posibilita emprender una acción sin mayores contratiempos, con la previsible gratificación por el logro alcanzado.

Sin embargo, estar sometido a factores estresores durante largos periodos de tiempo y sin una respuesta efectiva puede desencadenar síntomas fisiológicos y psicológicos de importancia y que atentan contra la salud.

De este modo, también existen ciertas características de la personalidad que hacen más susceptibles a los individuos a padecer estrés, en razón a la manera cómo afrontan los agentes estresores. Se trata de personas con comportamiento tipo A y tipo B.

Las personas tipo A tienen tendencia a la perfección y a la autoexigencia. Son altamente competitivas y sus metas son elevadas, por lo que experimentan impaciencia, hostilidad y ansiedad. Las personas tipo B son personas relajadas, colaboradoras y poco competitivas. Como es de suponerse, los más propensos a padecer estrés son los del grupo A.

Además, deben tenerse en cuenta otras características de la personalidad que hacen más vulnerable a la persona y aumentan su predisposición al estrés; entre ellos se cuentan niveles bajos de estima, poca confianza en sí mismos o el caso de personas dependientes y débiles emocionalmente.

Señales de alerta ante el estrés

Es importante estar atentos a las situaciones o factores que causan estrés y cuyos síntomas (emocionales o físicos) indican signos de tensión, así:

Señales de malestar emocional

  • Ansiedad, tristeza, irritabilidad o ira constantes.
  • Cambios bruscos de apetito (comer mucho o muy poco).
  • Cansancio, agotamiento e insomnio.
  • Pensamientos repetitivos y visión negativa de la vida.
  • Problemas de concentración, memoria y dificultad para tomar decisiones.
  • Poco aprecio hacia sí mismo o fuerte autocrítica.
  • Desinterés por las tareas o complicación para terminarlas.

Señales de tensión física

  • Sensación de frío o calor intensos con sudoración excesiva.
  • Taquicardia, dificultad respiratoria o respiración entrecortada.
  • Sequedad en la boca.
  • Tensión muscular y entumecimiento de manos y pies.
  • Náuseas, deseos de vomitar y sensación de nudos en el estómago.
  • Dolores de cabeza, cuello y espalda

Asimismo, deben evitarse algunas respuestas automáticas relacionadas con niveles altos de estrés y que se caracterizan por ser inadecuadas y autodestructivas; por ejemplo:

  • Abusar del cigarrillo, el alcohol u otras drogas.
  • Reaccionar agresiva e inadecuadamente ante comentarios u opiniones.
  • Recurrir a medicamentos sin prescripción o exagerar su uso.
  • Comer en exceso o perder el apetito.
  • Propiciar polémicas a destiempo o fuera de lugar.
  • Romper en llanto o ira, aun por situaciones nimias.
  • Aislarse y alejarse de su entorno.
  • Volverse descuidado y propiciar accidentes.
  • Ausentarse del trabajo, caer en la desmotivación laboral y disminuir el rendimiento en la ejecución de las tareas.

Finalmente, cuando se conocen los síntomas asociados al estrés y las conductas autodestructivas que actúan como respuesta inconsciente, es posible detenerse y reflexionar sobre lo que se debe hacer, lo que nos lleva al paso siguiente.

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¿Qué hacer?

Para superar el estrés, deben desarrollarse estrategias y estilos de afrontamiento acordes con la situación estresante.

Los estilos de afrontamiento son formas habituales de responder ante las diferentes situaciones que se presentan en el diario vivir y que comprenden una serie de acciones o estrategias que el individuo selecciona con el fin específico de atender eventualidades.

A partir de lo dicho, es posible dar algunas pautas sobre estrategias de afrontamiento, que, adaptadas a la propia individualidad, constituyen herramientas para resistir situaciones estresantes y reducir el daño asociado. Veamos las siguientes:

Tener conciencia de que se está viviendo un momento estresante o de que se está bajo estrés (no negarlo y pretender huir de él) y querer tomar cartas en el asunto.

Planificar la solución del problema. Esto incluye:

  • Buscar las fuentes estresoras o causantes de estrés y reconocer qué está detrás de cada situación. Esto supone rastrear los hechos, las circunstancias en que se presentan, los sentimientos asociados a la situación, etcétera.
  • Superar los impedimentos y mejorar la capacidad de respuesta: supone analizar cada uno de los impedimentos que hacen que el individuo tenga una pobre capacidad de respuesta y quiera superarlos.
  • Revaluar la manera de percibir, valorar o interpretar la situación: esto cobra sentido porque algunas situaciones, miradas bajo otras perspectivas, tienen mayor solución, lo que indica que la tensión puede proceder de una interpretación equivocada de las cosas o de una particular forma de pensar o de sentir. Por ejemplo, verlo todo de manera negativa, echarse siempre la culpa, creerse incapaz o insignificante ante los demás, etcétera, son algunos de los pensamientos intrusivos que favorecen la aparición del estrés e impiden superarlo.
  • Hacerse a razones y saber hablar: implica encontrar argumentos lógicos y coherentes que respalden una respuesta y que permitan llegar a consensos y hallar soluciones. Cuando se sabe argumentar, en el momento y en el lugar oportuno, se resuelven los problemas y desaparece el estrés.

Mejorar los problemas de estima: significa sentirse con el derecho suficiente para reclamar y hacer una defensa (si fuera el caso) ante una afrenta, acoso, abuso o demanda excesiva por parte de otros. También para exigir mejoras o procurar un mayor bienestar para sí mismo. Además, aceptarse como se es y hacer lo mejor posible desde esa forma de ser reduce significativamente el estrés, en tanto alivia a la persona de exigencias y sentimientos de frustración innecesarios.

Evitar el perfeccionismo o la eutoexigencia desmedida: cabe recordar que las personas perfeccionistas y autoexigentes son altamente vulnerables ante el estrés.

Volverse diestro o adquirir nuevos conocimientos: cuando la situación estresante tiene que ver con demandas que exceden el repertorio de conocimiento o de habilidades para asumir nuevas funciones o nuevos retos, la mejor manera de hacerle frente a la situación y superar el estrés tiene que ver con una mayor capacitación y con el fortalecimiento de habilidades y destrezas.

Buscar apoyo social o ayuda de terceros: una alternativa importante para superar el estrés es buscar apoyo emocional y contar con los otros; esto implica sentirse acompañado, tanto como ver otros puntos de vista y enriquecer el propio. Además, se recomienda buscar ayuda especializada cuando los niveles de estrés son altos o cuando las situaciones sobrepasan significativamente las capacidades del individuo.

Descargar la tensión física: resulta importante a la hora de manejar el estrés moderar las tensiones, y para ello hay que destinar tiempo para sí mismos y buscar el bienestar. Se recomienda hacer caminatas, leer un buen libro, escuchar música, darse un masaje, hacer ejercicios de relajación, yoga, respiración controlada, etcétera.

Disfrutar la vida y llevar un estilo de vida saludable: el fortalecimiento de estilos de vida saludable, como hacer ejercicio, llevar una dieta adecuada, evitar los excesos, dormir bien o realizar actividades que causen placer y satisfacción, entre otros, son imprescindibles para mantener el estrés a raya y proporcionar un mayor bienestar.

Finalmente, también hay que reconocer que unas veces las soluciones están a nuestro alcance y otras, no, por lo que también debemos recurrir a nuestra capacidad de adaptación que, en otras palabras, significa aprender a vivir y a adaptarnos a lo que nos da la vida y a encontrar la felicidad aún en sus limitaciones.

En conclusión, si usted o algún miembro de la familia padecen de estrés, no duden en seguir estas recomendaciones y acompañen a los hijos en este proceso de fortalecimiento, a la espera de que se reduzca la vulnerabilidad y se minimice el impacto negativo del estrés en la salud y en el bienestar familiar.

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